El camino del tabaco

La vida real es dura, complicada, difícil, impredecible. En mi caso, a pesar de pasar por serio o amargado, amo la comedia en todas sus expresiones. Nada viene mejor al espíritu que una buena carcajada en el peor de los momentos.

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Los niños de las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX crecimos con la imagen hollywoodense de Estados Unidos: goma de mascar, zapatos tenis, baloncesto de la NBA, sitcoms, cine y televisión del american way of life. Suburbios, high school, guerra contra las drogas, libertades sexuales y héroes “americanos” capaces de arrazar el comunismo con una ametralladora de balas infinitas.

Estereotipos de atletas, perdedores, galanes, gente exitosa, automóviles para ir al colegio y a la universidad. Racismo moderado e inofensivo, una tierra de oportunidades y libertad. Los blancos hermosos que tienen romances entre ellos, los judíos que tienen mucha plata, los latinos que son personal de limpieza o bailarines de salsa, los afroamericanos que venden drogas, rapean, saben saltar, o roban equipos de sonido y televisores.

Una imagen prefabricada, como la mayoría de casas en las que cenan las familias suburbanas, tranquilamente, todas las noches.

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“El camino del tabaco” de Erskine Caldwell es una de las novelas más importantes de la inmensa lista que la literatura estadounidense ha obsequiado a la historia. Esa misma en la que están Nathaniel Hawthorne, Poe, Twain, Faulkner, Melville… y si sigo la lista nunca empezaría a hablar del libro en cuestión.

Con un amplio sentido del humor, el autor de esta novela nos muestra otra cara de Estados Unidos, aquella de la que mi generación tuvo pocas noticias, salvo en algunos episodios de Bugs Bunny, la serie de TV “Los Beverly ricos” y quizás en la estética de la banda ZZ Top. Los hillbillies o montañeros, habitantes de pantanos o antiguos agricultores del sur de los Estados Unidos, caracterizados por el racismo, las barbas largas, los violines y los banjos, las banderas confederadas y la endogamia.

Esa fue la caricatura que conocimos.

No obstante, el sur, específicamente Augusta en el estado de Georgia en 1932, después de la crisis bursátil que empobreció al mundo en general, pero al mundo no industrializado en particular, es un sitio hostil y triste. En esos caminos polvorientos y acres en los que alguna vez se sembró algodón, el autor nos presenta a Jeeter Lester, el patriarca de una familia de blancos que vive en la miseria.

El libro es valioso por su fluidez, por la descripción precisa de los personajes y las situaciones, por la atmósfera que crea. La miseria de esta familia es similar a la de muchos personajes en las obras de Rulfo cuando nos habla de los colonos mexicanos, con un giro brutal que hace que semejantes tragedias terminen siempre en carcajadas.

De principio a fin, “El camino del tabaco” ofrece un rosario de desgracias que, por obra y gracia de la maestría en la narración, termina siendo un bálsamo para el ánimo, una de las novelas de humor negro más importantes del siglo XX y de la literatura universal, si reducimos el universo a mis tres anaqueles de libros.

Si es usted de los lectores que disfruta de la comedia y de los libros que divierten como El Quijote, La conjura de los necios, Cosme, Tristam Shandy o La guía del autoestopista galáctico, por nombrar algunos… No puede dejar pasar esta novela corta escrita con la gracia que ha tocado a muy pocos escritores.

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