Una película, una madre

“Sirve más un muerto que un loco porque al muerto se lo puede enaltecer, en cambio, al loco hay que esconderlo”. Es la premisa que atraviesa la película “Una madre” de Diógenes Cuevas, protagonizada por Marcela Valencia y José Restrepo.

En 20 minutos debe transformarse en Alegría de Sosa, la madre campesina en Labio de liebre, Marcela Valencia mira a través de una de las ventanas de la casa donde queda el Teatro Petra en Teusaquillo (Bogotá). La temporada la tiene con laringitis, no se quita el tapabocas e intenta apaciguar una tos que le asiste. Antes del primer llamado, alcanzamos a hablar de “Una madre”, la película que sigue en cartelera y que nadie en Colombia debería perderse:

Sergio Augusto Sánchez: A todas estas, ¿usted ha sido madre?

Marcela Valencia: No, yo nunca quise tener hijos, tuve claro desde que tengo 9 años que no iba a ser mamá. Y no me hace falta. Una mujer no tiene que ser mamá para realizarse, yo me siento una mujer completamente realizada.

SAS: Y experiencias maternales…

MV: Eso sí, de perros y gatos, pero no considero que sean mis hijos, ese cuento chimbo de que tratar a los animales como si fueran hijos… Claro que sí hay una relación maternal, uno protege, consiente y acaricia, pero eso también se hace con un novio.

La risa rompe el hielo mejor que cualquier otro tipo de herramienta. La primera vez que vi a Marcela Valencia sobre las tablas era la oveja Berené, protagonista de un drama que habla sobre el desplazamiento forzado y la migración: “Historia de una oveja”, otra de las obras del Teatro Petra, fundado por ella y Fabio Rubiano.

SAS: ¿Cuál es la vaina que tienen los colombianos con la figura de la madre?
MV: La madre, la mamá es una persona muy importante en la vida, la mía fue mi polo a tierra. Antes se decía que “madre sólo hay una, padre puede ser cualquiera”. Las mujeres creamos la familia y nos asentamos, sosteníamos el peso del hogar y los hijos, aunque claro, eso ha ido cambiando y ahora vemos hombres más conscientes que se apersonan o se responsabilizan…

SAS: ¿Qué la llevó a escoger el papel de Dorita?

MV: A uno le proponen los papeles y cada uno de ellos es un reto, y si definitivamente es algo que no me interese, digo no y ya. Diógenes me busca, hice un casting y le gustó. Como actriz yo me preparo para ser Dorita, pero mañana podría ser algo completamente diferente, alguien que no tenga que ver con mis convicciones morales o políticas, pero yo la interpreto con toda y de la mejor manera posible porque soy actriz.

SAS: Pero tuvo que haber algo que le llamara más la atención sobre este proyecto, ¿cierto?

MV: El guion y el personaje, claro, pero me llamó poderosamente la atención el guion. Todo lo que le pasa Dorita, lo que el director muestra del patriarcado, esa relación imposible entre madre e hijo. Trabajamos en hacer un personaje que no fuera un cliché de mujer recluida en un sanatorio mental sino una mujer con dificultades a la que la vida llevó a quebrarse emocionalmente.

En “Una madre”, Alejandro quiere reencontrarse con Dorita, su mamá, que ha estado recluida en un sanatorio falto de recursos desde que él era un niño muy pequeño. Jorge Luis Borges sostuvo siempre que uno de los grandes temas de la literatura era el de un padre que busca a un hijo. En esta película está esa relación. Iniciamos con la muerte del padre, el detonante para que un hijo pueda darse a la tarea de buscar a su mamá.

Película «Una madre», en pantalla, Marcela Valencia y José Restrepo

SAS: ¿Importa esta película en el contexto nacional y latinoamericano?

MV: El cine colombiano es importante siempre. Me gusta de “Una madre” que es una temática centrada en la cotidianidad. Así como se trabaja tan profunda esa relación de una madre con un hijo, existen otra serie de relaciones de poder que todavía no se ha trabajado a cabalidad en el cine colombiano. Los comentarios sobre la película han sido muy buenos por lo que representa en el cine y, especialmente, por el valor que esta película da a la salud mental.

SAS: Hablemos de eso, de salud mental…

MV: Para mí es importantísima. En mi familia vivimos situaciones duras en cuanto a este tema, por ejemplo, hace 22 años murió mi hermana y a partir de eso empecé a tener ataques de pánico y no sabía qué era eso. En algún momento pensaba que me estaba volviendo loca porque aunque en apariencia un ataque de pánico es irracional, tiene un trasfondo racional, hay siempre algo ahí guardado. Antes, hablar de esos temas me daba una pena terrible, todavía hoy en día la salud mental sigue siendo tabú en la sociedad, la gente mantiene una actitud de “Shhh… cuidadito llega a contar que está deprimida”, y medicarse es algo que sigue siendo un estigma, además de ser muy costoso. En nuestro país todavía hace falta avanzar en ese tema, los medicamentos buenos, con menos efectos secundarios son muy costosos, ni qué decir de cuánto cuesta una sesión con un psicólogo, un psicoanalista, un psiquiatra…

El tema de la salud mental es otro de los grandes atractivos de esta coproducción colombo-argentina dirigida por Diógenes Cuevas. En una travesía por esa Colombia rural, tendremos momentos impactantes en los que la vida busca sus formas, en los que madre e hijo tendrán pequeños momentos de alegría y júbilo en medio del drama, porque aunque la película incluso tenga una escena de baile tan poderosa como los finales de Zorba el griego o Jojo Rabbit, estamos ante una tragedia igual o peor.

Pero no hay tiempo, el público aguarda en el Teatro Petra y Marcela tiene que irse. Antes me confiesa que le gustaría actuar en una película de crímenes, quizás ser la detective en una película de misterio, “Esas son las películas que me gusta ver a mí, eso o una de fantasía, soy de las que llega a un set y se sorprende con todo lo que ve, no me imagino trabajando en una película como El señor de los anillos”, confiesa entre risas.

Me deja tomarle una foto “pero con tapabocas porque no me he maquillado y soy muy vanidosa”, ahora me río yo que, como buen seguidor de esta tremenda actriz colombiana, intento posar de relajado y que no se me noten los nervios de “fan”.

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