Noches de humo

Esta es una historia sobre cabos sueltos, traición, mentiras, violencia de Estado, sobre la ingenuidad de unos buenos que esperan demasiado de unos malos absolutamente perversos. Es una historia de la vida real que sucedió en un “país” llamado Colombia.

El libro vio la luz por primera vez en 1988, cuando los acontecimientos que narra estaban todavía frescos en la memoria del país conocido por grandes episodios de amnesia selectiva. Su autora, Olga Behar, es una periodista de la “vieja escuela”, de cuando el periodismo latinoamericano hacía lo único respetable que puede hacer cualquier periodismo: investigar, contrastar y hablarle sin miedo al poder. La reedición de este libro por parte de Icono Editorial, es de los pocos buenos regalos que nos dejó el año 2020.

Algunos hechos

El 6 de noviembre de 1985, un comando del Movimiento 19 de abril (M-19) ingresó al Palacio de Justicia ubicado en el centro de Bogotá en horas de la mañana. El plan era tomar como rehenes a los magistrados de las altas cortes para presentar ante ellos una demanda contra el presidente de la república, Belisario Betancur Cuartas. Para esos días, el gobierno en cabeza de Betancur había incumplido todos los acuerdos de paz que el grupo guerrillero había firmado esperando que cesara el fuego e iniciaran los cambios sociales que buscaban para el país.

La «Operación Antonio Nariño por los derechos del hombre» que incluía la toma del Palacio de Justicia fue una operación armada (por supuesto, estamos hablando de un grupo subversivo). El M-19 estaba compuesto por una generación de jóvenes que eligieron la lucha armada como un medio válido para cambiar la estructura de un país ultraconservador que, para la década del 80 del siglo XX, se estaba descosiendo por todas las costuras.

La toma duró 27 horas aproximadamente. Intervinieron todos los agentes del Estado e incluso del para-Estado. La policía nacional, la policía secreta, el ejército regular, el ejército de operaciones especiales, la policía judicial, los hombres de las camionetas sin marcas pero que “todos saben que son policías”. Se dispararon fusiles, revólveres, pistolas automáticas (no faltaron las mini-uzis tan propias de las películas de acción y las calles de Bogotá o Medellín en los años 80), cañones de tanque. Hubo granadas, bombas incendiarias, minas Claymore, gente descendiendo de helicópteros y tanquetas…

Al final hubo decenas de muertos, de heridos, de desaparecidos, entre guerrilleros, militares, trabajadores y visitantes del edificio, magistrados de las altas cortes de la república, incluyendo al presidente saliente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía. El poder Judicial abandonado por el poder Ejecutivo y la presión de las fuerzas militares.

El holocausto del Palacio de Justicia sigue en investigación en el país de los abogados.

El libro

Para escribir este libro, la autora se entrevistó con Clara Helena Enciso, alias “La mona”, guerrillera del M-19 que participó de la operación y que salvó el pellejo en tres momentos a saber: la toma del edificio por parte de la guerrilla (ella y sus compañeros), la brutal retoma por parte de las fuerzas del Estado (uniformados y no uniformados), y los días posteriores a los hechos, en los que sus compañeros sobrevivientes fueron torturados y asesinados en circunstancias que todavía son materia de investigación (35 años después) por organismos judiciales.

En el relato, que obedece a una investigación periodística novelada, la narradora muestra a los actores principales del conflicto: la gente del M-19; la gente de verde oliva y los encorbatados de la casa presidencial de Colombia; los magistrados asesinados en la operación y sus familias; el papel de los medios de comunicación. A través de los ojos de “La Mona” podemos ver con detalle la planeación de la toma, reconstruir el ingreso y sitio del edificio, y el transcurso de las 27 horas de horror, sangre y fuego que terminaron el 7 de noviembre de 1985.

Desde mi punto de vista de lector, Noches de humo está muy bien escrito, mantiene el suspenso a lo largo de la narración, juega con la acción y es conmovedor; tiene el ritmo de las novelas de espías de Forsyth o LeCarré y es agradable de leer… Hasta que uno recuerda que el de Olga Behar no es un libro 100% de ficción.

«Cositas» del subtexto

Piense, si está dentro de sus posibilidades, por un momento en las otras cuestiones que la reedición del libro de Behar deja sobre la mesa: en un “país” llamado Colombia hubo un grupo guerrillero compuesto por hombres y mujeres que tomaron el camino de las armas para defender sus ideas de justicia social; esa guerrilla firmó la paz con el gobierno y el gobierno incumplió los acuerdos, les persiguió y disparó a matar siempre que tuvo la oportunidad. 

Ante la traición de ese gobierno “democrático”, la guerrilla decidió “poner la denuncia” ante los tribunales superiores de la república. El resultado, además de los muertos, desaparecidos y heridos: durante más de un día, el control de ese Estado de derecho lo tuvieron las fuerzas militares en un “golpe no oficial” para poder combatir, asesinar y torturar ciudadanos colombianos (estuvieran por dentro o fuera de la ley). Censuraron a los medios de comunicación que pasaron partidos de fútbol en bucle mientras el centro de Bogotá ardía…

El libro de Olga Behar seguirá siendo importante en un país donde los grandes mercaderes son los dueños de los medios de comunicación, de las universidades y de las clínicas, sin descontar que tienen en sus nóminas a un gran porcentaje de los trabajadores oficiales. Un “país” llamado Colombia en el que la democracia es una manzana reluciente por fuera, pero que está rellena de gusanos.

Última píldora para la memoria

La guerrilla del M-19 dejó las armas en marzo de 1990 y de sus filas salió un candidato presidencial: Carlos Pizarro Leongómez. Lo asesinaron en abril de ese año, a bordo de un avión y en pleno vuelo. Fue el tercero en la lista de asesinatos de candidatos presidenciales pagados por una alianza de paramilitares y carteles del narcotráfico con la ayuda diligente de agentes del Estado… Crímenes que también están siendo investigado por dicho Estado.

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